La mala hierba.


Calido entre paredes de un material dócil, pero a la vez indestructible. Como si pensara en un muro invisible agitado por mareas turbias de ideas, conciencia, y artículos moralistas de oficina y hogar. Mi encierro era en una de todas las mentes que he cosechado, era caóticamente, un encierro en mi cabeza enclaustrada. Esas olas son mis pensamientos, esas paredes son mis límites. Este encierro es mi vida... como dirían los buenos poetas, es mi sendero del tiempo, donde camino y pienso en un par de segundos cómo es que mi lactancia se asimila a la senectud. El paso de una etapa a otra, como los tumultos que se arman en los cables eléctricos de un país tercermundista. Esos tumultos me atascan a pedir un favor involuntario tan simple como mover mi mano. Después de tanto encierro sin cadena visible alguna, solo me dediqué a caminar. Pensar en las ironías de cada situación. El hombre libre puede hacer actos que priven su libertad. Puede pensar en estar condenado eternamente. Muchos piensan que se trata de algún intelecto que tiene el poder de liberar y de oprimir a cada quien lo estime conveniente. Muchos tienen fe, otros tienen fe en la fe. Yo pienso en respirar. Después de todo, omitir es una respuesta. Aunque se conozca como evadir la realidad. Si evadir fuese irreal, no podríamos tener esa opción. Yo solo me dedico a pensar en irreverencias. No poseo ningún aporte a la filosofía. Solo me dedico a pensar en ese antiguo encierro.

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Ya libre, ya sin pensar en cadenas... ya con el suficiente espacio como para escribir sin derivar o integrar mas temas que me distancien de lo que escribo... encuentro una hoja en un cuaderno sin nombre. Encuentro todo lo anterior dicho ya escrito. Encuentro muchas veces escrito lo mismo. Cerca de 25 veces con la misma caligrafía, la misma tinta y el mismo trazo. Cada día repetido.
Me quede en blanco, y pienso en que mañana escribiré solo lo que solía escribir. Volver al infantilismo y crecer con registros de todo lo que suelo hacer hasta el día de hoy.

La tarde siguiente, volví a encontrar la misma escritura, el mismo trazo y caligrafía. Asustado, había olvidado todo lo que dije ayer. Toda esa idea de escribir solo lo que vivo, y solo pienso en esa pequeña cárcel con poder de millones de hombres. Y ahora si confirmo mi condena. Justifico que cada segundo sigo siendo rehén de una "no-libertad" que consigo deducir novedosamente todos los días. Lo confirmo porque no puedo recordar todo lo que afirmo de escribir solo mi vida. No puedo recordar que no quiero escribir mas el mismo texto decreto de mi encierro. ¡Como hacerlo, si mi diario de vida solo lo ocupo para escribir una y otra vez las mismas palabras que me llevaran directo a la claustrofobia!

Seguiré intentando. Aunque se que si lo intento es seguir en el circulo vicioso.