El hombre que siembra y no tiene cosecha. (Cuento favorito)


-El hombre de rasgos juveniles, macizo y con su menton marcado casi completamente. De ojos otoñales y alto como los antiguos telares donde solía pintar.De manos inquietas que acostumbraban crear fantasias para otros. Solia mirar fijamente hacia el sol, y entre mañanas casi nubladas, aun asi lograba dar con algun rayo de luz. Entre la gente no se notaba. Sus facciones y su interior solian ser de sonrisas y ojos grandes, serenos. Este hombre cada vez que salia, lo hacia siempre a un solo parque, ahi le encantaba estar, saludar a todos, alimentar a los animales, respirar abajo de los arboles robustos y frondosos.

El hombre solía respetar sus hábitos, a las cuatro y media comía siempre una fruta, fruta que tenia siempre su semilla. Solía ser un damasco. El hombre cada vez que sacaba el damasco del mismo árbol que mecía sus descansos en aquel parque, se retiraba por un largo tiempo y volvía así como si nada. El parque lo extrañaba, pero este nunca le pidió ninguna explicación. El hombre comía cada vez mas en su preciado espacio lleno de animales, verde césped y una fuente en medio en la cual muchos deseos parecieran cumplirse por arte de meditada magia. Y cada ves se retiraba con solo el carozo de la fruta. Pasaban muchos climas por su sombra, hasta que regresaba. Causando mucha curiosidad y dudas al parque... ¿Acaso mi hombre tendra otro parque? ¿Me sera fiel? ¿O soy solo uno mas entre todos sus lugares?

El deseo del parque por saber que hacia su hombre preciado, logro convertir un cedro de los tantos arboles que tenía, en una preciosa niña callada y de un caminar tan fino como la seda que parecía confundirse con su cabello. La niña siguió al hombre que se iba del parque con un carozo en su mano. La niña vio como el hombre seguía su curso, mientras el hombre pasaba cerca de muchas plazas y parques, saludándolos a todos y susurrándoles algo que no alcanzaba a escuchar. Después de saludar muchos sitios, el hombre se detiene en otro parque muy lejano y la niña logra acercarse tanto como para escuchar lo que susurraba. El hombre hace un surco en un pasto cálido y largo, deposita el agrio y ya casi seco carozo en el agujero diciéndole: "Espero puedas cumplir la tarea que te encargo. Espero seas un gran árbol, muy acogedor y logres que esta plaza sea tan perfecta como aquella tan increíble de donde vengo yo.

Hoy, luego de no mucho tiempo, se puede ver en cada parque y plaza un damasco fuerte y grande, con muchas personas cuidando de el. Pero tiernamente, tambien en cada lugar, quedó un pequeño cedro frondoso adornando cada sitio. El hombre sigue yendo solo a su parque... y ahora con mas ganas que nunca, sabiendo que el parque se dio cuenta que su persona mas importante, le contesta su amor de igual forma, y mucho mas.

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